viernes, 9 de noviembre de 2012

El pequeño cumple 41 años

Siempre es el pequeño, aunque haya crecido, aunque siga cumpliendo años el 11 de noviembre, él siempre será el pequeño. Martín, Martinico, Marino, Tinico, ha tenido tantos nombres y diminutivos... y al final, su nombre principal, con el que le conocemos en la familia, es el que ha prevalecido sobre el resto para su pequeño recién nacido. Este domingo cumplirá años de nuevo junto a su familia, la de siempre, y la que él mismo ha formado.

De pequeño era un niño muy mono, lo confundían con una chica, siempre había que aclarar a las alcahuetas y chismosas, que NO, que no era una niña, que era un niño. Y fue creciendo, como es natural. Y al menos, ya podíamos interactuar como hermanos, jugar en definitiva. También reñíamos, como todos los hermanos han hecho alguna vez. Pero los juegos eran memorables.

El mayor, José Antonio, organizaba las Olimpiadas en nuestro dormitorio. Las baldosas delimitaban el campo de fútbol de las chapas, y a veces, también de los "clicks" de famobil (hoy playmobil). Participábamos en varios torneos: hockey, fútbol, baloncesto, atletismo. Al principio las porterías de fútbol fueron rudimentarias. Luego se fueron perfeccionando gracias a los Lego cuyas piezas permitían construir porterías cada vez más perfectas. Cuando el partidillo era entre los clicks las porterías eran las propias camas del Hospital que un año me trajeron los Reyes Magos.

Hablando de los Reyes, recuerdo el año que descubrimos juntos Martín y yo que los Reyes no eran aquellos seres mágicos que nos pintaban. Un año descubrimos debajo de la cama de nuestros padres un juego de boxeadores que nos hizo pasar agradables tardes de invierno. Fue un juguete genial, nos pegábamos tortazos con los muñecos hasta que uno caía K.O. hacia atrás.
Y cuando llegaba la Navidad, a montar el Scalextric (el pobre acabó en el pueblo, y un bueno año, el abuelo Marino lo tiró a la basura). Ahora sería una joya de coleccionistas, y muy vintage, con lo que se lleva eso ahora. Las carreras eran eternas, cada uno tenía su coche (igual que ahora cuando juego con mis niñas en el nuestro).

El mayor nos enseñó a jugar al ajedrez, y parece que caló hondo en Martín, que no lo ha dejado desde entonces, y al cual dedica horas y horas, es su otro amor. Cuando presentó su libro ahí estábamos para apoyarle en El Corte Inglés, fue un día para estar orgullosos de él.

El pequeño fue creciendo, y pasó la adolescencia como yo, luchando contra el acné dichoso. Nuestras caras parecían campos de batallas. Tuvimos que vencerlo gracias al Roacután. Y él ya sabe lo que es vencer enfermedades mayores.
Ahora ya de Papitwo, como él dice, ha repetido la paternidad y parece que le sienta muy bien. Enhorabuena hermanito. Y que cumplas muchos más...

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