miércoles, 8 de febrero de 2012

Se quieren

El 17 de noviembre del año 2008 Violeta dejó de ser hija única. Por la mañana, en una salita del Registro de Zhengzhou nos esperaba Irene, en esa época Dang Xiao Yu, que esperaba con carita seria la llegada de unos extraños, piruleta gigante en mano.

Los primeros encuentros fueron normales entre ellas. Pero en seguida, en la habitación del Hotel se hicieron amiguitas. Comenzaron a jugar, a saltar sobre la cama, haciendo piña, como ahora cuando juegan en casa. Pasaron los meses, y hoy, después de más de tres años de convivencia, son dos hermanas que se quieren un montón. Las imágenes hablan por sí mismas.

Se abrazan, se besan, corretean, juegan, saltan, imaginan. Al principio había más abrazos y besos, la edad no perdona. La pequeña Irene siempre tiene un abrazo o un beso guardado para su hermana. Es verlas juntas cuando juegan y a uno se le pone una cara de embobado que no tiene definición.

En silencio, Ana y yo, las observamos cuando están de buenas, hablando entre ellas, de sus cosas, de sus juegos, creando historias, arrastrándose una a otra por la casa, en barcos imposibles que ellas mismas han decorado a partir de un cesto de la ropa.

Cuando cenan en la cocina, encienden la radio, conectan el CD de música, y escuchan a los Titiriteros de Binéfar a la par que beben con sus pajitas, el gazpacho que su papi o su mami les ha preparado. Ahora les ha dado últimamente por Miliki y sus canciones de los números, con los que han aprendido las tablas de multiplicar en un abrir y cerrar de ojos.

Normalmente, comienzan juntas a cenar, pero Irene se dilata tanto en el tiempo, que acaba sola en la cocina bajo un sopor que incluso le hace a veces dormirse junto a la mesa.
Sus disputas ciclistas frente a la Wii más de una vez les ha llevado a la discusión, pero pronto se reconcilian y pasan a otra cosa. Preparan comidas con la nueva cocinita de Irene, que amablemente le han traído los Reyes Magos. O disputan carreras de coches teledirigidos por el pasillo, chocando con todas las puertas, cantos, rodapiés, y cualquier tipo de objeto que se encuentren a su paso.

Donde disfrutan juntas de momentos inolvidables es en las excursiones del verano a la montaña. Duermen juntas, cuchichean por la noche historias imposibles, trepan por rocas y se dejan caer sobre mantos de hojas caducas en otoño.

En Ligüerre de Cinca hemos compartido en familia momentos inolvidables, y ellas, han ido aprendiendo a andar por la montaña, han subido hasta las gradas de Soaso en Ordesa, han subido los Llanos de Larri hasta la última cascada.

Siempre juntas, con sus papis, y ellos orgullosos de estas dos niñas guapas, dulces, cariñosas, y hermosas.
Cuánto os queremos Violeta e Irene.

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