martes, 22 de mayo de 2012

Camino de Carcastillo

De pequeño, íbamos al pueblo a pasar unos días con los abuelos, a Carcastillo, en Navarra. Situado a 20 km. de Sádaba, por la carretera de Alagón, Remolinos, Tauste y Ejea. Los viajes en autobús eran toda una aventura. Se nos hacían eternos, me daba la sensación de que Carcastillo estaba a cientos de kilómetros desde Zaragoza.

Salíamos desde la calle Asalto, en un autobús cuyo conductor también residía en Carcastillo, era toda una institución, nos conocía a todos de los viajes anteriores. Cuando viajaba con mi abuela Vitoria, recuerdo que ella siempre llevaba para el camino un frasco de cristal, reutilizado de alguna conserva de legumbres, lleno de agua para saciar la sed. Y que rellenaba a medio camino, cuando hacíamos una parada en Sancho Abarca, junto al arroyo, cuya agua sabía deliciosamente fresca.

Cuando llegábamos a la Avenida de Navarra, signficaba que ya estábamos rumbo a Carcastillo, la carretera de Logroño nos dejaba ver polígonos interminables, llenos de almacenes, llenos de industrias que reconocíamos de tanto viajar al pueblo.

De pequeño, recuerdo un suceso que nos pasó entre Alagón y Tauste, por esa carretera que tiene a la derecha una pequeña sierra, ahora habitada por buitres. El autobús se paró de repente, a lo lejos, una humareda negra nos dejaba ver un camión en llamas. Estuvimos parados muchísimo rato, me parecieron horas, hasta que llegaron los bomberos, apagaron el incendio, y retiraron el camión siniestrado.

El viaje en autobús te servía también para ir conociendo pequeños pueblos de repoblación, de fundación franquista, todos iguales, con el mismo tipo de casas, homogéneas.
Pasado Sádaba, llegaban las cuestas hasta Carcastillo, y por fin, llegábamos al cruce con la carretera de Sangüesa.

Cuántos viajes hicimos con los abuelos, y cuántos hice más tarde, yo sólo, para acudir a las fiestas del pueblo, a divertirme, a experimentar con los primeros cigarros, a enamorarme por primera vez, a correr delante de las vacas en los encierros. En el pueblo, aprendí a montar en bicicleta, un poco tarde, con los vecinos, que dejaron que me estampase contra aquel seat 600 aparcado un poco más allá de su casa. Pero esa es otra historia...

Entradas anteriores